Gruyères es una ciudad
histórica y comuna suiza del cantón de Friburgo, ubicada
en el distrito de Gruyère al
cual da su nombre.
El castillo, uno de los más imponentes de Suiza,
preside majestuosamente la pequeña ciudad medieval. Diecinueve condes
residieron en él entre los siglos XI y XVI. Miguel, el último conde de
Gruyères, tuvo problemas financieros, que le llevaron a declararse en bancarrota
en 1554. Los acreedores, las ciudades de Friburgo y Berna, se repartieron
entre sí sus tierras.
El castillo de Gruyères se convirtió
en sede de los corregidores de Friburgo 1555-1798, de los prefectos 1804-1815
y, finalmente, de los jefes de distrito, que residieron aquí hasta 1848. Puesto
a la venta, pasó a ser propiedad de la familia Bovy y, más tarde, de la familia
Balland, quienes lo utilizaron como residencia veraniega y, junto con sus
amigos artistas, lo restauraron. En 1938, el Estado de Friburgo readquiere el
Castillo para fundar en él un museo. Desde 1993, una Fundación se encarga de la
gerencia del lugar y se ocupa de la conservación y de la puesta en valor de los
edificios y de la colección.
La visita
ofrece un paseo a través de ocho siglos de arquitectura, de historia y de
cultura. La planta arquitectónica del castillo se remonta a finales del siglo
XIII y reproduce un sistema constructivo muy extendido, llamado “cuadrado de
Saboya”. El final del siglo XV va a marcar una etapa gloriosa. En 1476, el
conde Louis (1475-1492) participa en la Guerra de Borgoña en
el bando de los Confederados. Tras este hecho histórico, se llevarán a cabo
trabajos de modernización: instalación de la explanada con su capilla, la
escalera de caracol del patio interior y la transformación del cuerpo del
edificio. El castillo pierde así su aspecto de fortaleza y se convierte en una
residencia señorial. En los siglos XVII y XVIII, los corregidores de Friburgo
disponen interiores barrocos. A partir de 1850, J.-B. Camille Corot, Barthélemy
Menn y otros reconocidos artistas pintan paisajes de inspiración romántica, así
como escenas historicistas. Obras de arte fantástico, exposiciones temporales y
animaciones marcan el paso hacia el siglo XXI.
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