jueves, 1 de agosto de 2013

EL RARÁMURI ENTRENADOR


Estaba yo en Nueva York en el año de 2011, observando la llegada de los corredores del maratón de esa ciudad donde por cierto recuerdo que la ganó un Keniano que se llamaba Geoffrey Mutai, yo deseaba que llegara un mexicano entre los primeros lugares. Me tocó llevar a los familiares de dos de ellos, pero desgraciadamente el que llegó en mejor lugar fue Felipe, un joven de 25 años que ocupo el puesto número cuarenta y dos.
 
Hace un mes se acercó a la agencia de viajes TURIPAZ un miembro del Comité Deportivo Mexicano par pedirme que si lo podía llevar a la zona de Chihuahua donde viven los tarahumaras, pues quería contratar a alguno de los corredores de la sierra para que sirviera de entrenador a los corredores mexicanos de largas distancias.
 


 
Yo sabía que los tarahumaras son grandes corredores de largas distancias. Ellos participan en un juego al que llaman Rarajípari. Este es un juego de pelota muy común entre los tarahumaras y guarojíos. Es también el acto colectivo más importante que llevan a cabo los hombres tarahumaras. Consiste en lanzar con el empeine del pie una bola komakali hecha de raíces de encino u otro árbol y correr descalzo detrás de ella hasta alcanzarla. Con esta carrera los equipos realizan apuestas, resulta ganador quien llegue a la meta, la cual a veces está a 200 kilómetros de distancia. Las carreras pueden durar hasta dos días, toda la comunidad apoya y ayuda a sus competidores: les llevan agua y pinole, iluminan su camino durante la noche con ocotes encendidos, les echan porras, e incluso corren con ellos a lo largo de toda la ruta. Las mujeres también juegan a lanzar dos pequeños aros entrelazados, a lo que le llaman rowena. Con las carreras representan la razón de ser de su existencia: el correr.
 
Se juega en equipos, cada equipo es de 5 integrantes, y utilizan un los llamados palillos, que se asemejan a una cuchara de un metro de largo. Están hechos de una sola pieza de madera de encino. En la punta miden tres centímetros de ancho y se van ampliando hasta alcanzar unos veinte centímetros donde empieza la cuchara.
Junto a los palillos entierran la pequeña pelota de madera, del tamaño de una de golf. Antes de empezar hacen las apuestas. Puede ser en efectivo o prendas. También el público apuesta.
En cuanto gritan que inicia el partido, los diez jugadores agarran su palillo y amontonados buscan la pelota enterrada. El juego consiste en aventar la bola con el palillo para el lado contrario.
El equipo que llega primero a la meta gana. Fijan un espacio de aproximadamente un kilómetro a lo largo del arroyo.
No hay reglas para quitarse la pelota. Se empujan, se avientan y suben por la ladera en busca de la bola.
Después de una reñida competencia, descansan un rato y continúan con el juego de pelota. Participan los mismos integrantes. En este caso la bola es más grande, de unos veinte centímetros de diámetro, y la avientan con el pie. En este juego no disputan el balón. Cada equipo tiene el suyo, gana el que llegue primero a la meta. Deciden dar tres vueltas aproximadamente un kilómetro cada una.
Antes de hacer las apuestas, los indígenas se quitan un huarache para pegarle con más facilidad a la pelota. Así continua el juego hasta que el equipo ganador logra llegar a la meta.
 
Así es que le organicé un viaje a este maestro de deportes para llevarlo hacia las barrancas del cobre en el estado de Chihuahua.

FERROCARRIL CHIHUAHUA-PACÍFICO
 

Antes de que el ferrocarril Chihuahua-Pacífico, el famoso chepe, atravesara esta región, no se había abierto al turismo, por lo que no se conocían estas majestuosas barrancas. El chepe después de dejar la estación de Creel se detiene en una estación llamada Divisaderos, desde donde se puede contemplar las barrancas del río Urique, del Cobre y de Tararecua. Ahí nos quedamos para buscar al indígena que quisiera acompañarnos para que fungiera como entrenador de los atletas mexicanos.
 
Preguntamos a un indígena que nos informara acerca de la persona que buscábamos. El se dirigió a otro en su idioma que por cierto no hablaba español y escuche que le dijo:
 
-Ayena tso, rarámuri cnabe esperéame- este le contestó:
 
-Ajaré otsérame aré ko fuyere tararecua tso kene ewénowa- y el primero nos dijo:
 
-Van a tener que bajar hasta el río Tararecua pues mañana se va a llevar ahí una competencia, quizás ahí puedan convencer a algún Rarámuri para que los acompañe hasta México-
 
Descendimos de Divisaderos hasta el río y ahí pasamos la noche, al día siguiente empezó su juego Rarajípari y después de que les explicó el motivo de nuestro viaje, convenció a un joven como de veinte años a que regresara con nosotros a la capital del país.

Y así, de esta manera fue como, el maestro del Comité Olímpico Mexicano contrató a un Rarámuri como entrenador. ¿No quieren ir? 
 
ATENTAMENTE: Chito Trillo, su agente de viajes. TURIPAZ   
 

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